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Solas
España,
1999
Director |
Benito
Zambrano |
Guión |
Benito
Zambrano |
Intérpretes |
Ana Fernández
María
Galiana
Carlos
Álvarez-Novoa
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Duración |
98
minutos |
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Una
película... ¡¿española?!
Española
lo es, de hecho, hasta la médula... Al menos en cuanto a la cultura
que le sirve de fondo, andaluza por más señas, y del más
hispánico tipismo. Pero admitamos que no resulta usual vérnoslas
con una película nativa de esta calidad argumental, interpretativa
y, sobre todo, moral.
La
madre de María llega para alojarse en casa de ésta con motivo
de una intervención hospitalaria a la que va a ser sometido su
marido. Vienen del pueblo a la ciudad, y la presencia materna va a cambiar
la vida de la hija.
Las
apreturas económicas, el estrés por mejorar su situación
laboral y su creciente dependencia del alcohol no permiten a María,
una joven adulta de agriado carácter, dispensar una gran acogida
a su serena y discreta madre. Tampoco recibe ésta cálidas
bienvenidas de su marido, un viejo malvado y gruñón, cada
vez que va a acompañarlo junto a su cama de hospital.
No
importa: la madre, que según transcurre la historia va adquiriendo
el papel central, es persona fría para consigo pero dulce y sensible
con los demás. Incluido ese vecino anciano y solitario, que cuenta
con la única compañía de un perro también
cargado de años, y que se siente rejuvenecer cuando conoce a esa
benéfica dama.
María
había estado luchando por sobrevivir, buscando al tiempo un sentido
vital que ni el trabajo ni su novio un "egoísta muy práctico"
le proporcionan. Ve a su madre, al principio, como una carga más.
Luego comprenderá que es ella quien le trae las respuestas íntimas
que buscaba.
«¡Yo
lo que quiero es que cambie mi vida!», grita la joven protagonista
en un momento crucial de la película, desesperada de tanta miseria
y dolor, pero ya entreviendo la esperanza. Como acaso fuera lo deseable
en tantas otras vidas, ha hecho, al fin, en la suya, un alto para recapacitar.
Movida por sus penosas circunstancias (el guión plantea el dilema
del aborto), y conmovida por el ejemplo materno, María ha caído
en la cuenta de que debe cambiar el ritmo, desacelerar, meditar.
Solas
es un canto a la valentía que es capaz de enfrentarse a la miseria
moral y material, pero también un himno a la ternura exenta de
ñoñez, y al amor eficaz. En medio de la más atroz
mediocridad social, de la más vomitiva rutina existencial (la que
sólo exaspera, según parece, a las almas sensibles), una
suave brisa de paz y esperanza acaba llenando de gozo un corazón.
El contraste entre las mentalidades rural y urbana, entre las generaciones
pasadas y presentes, nos recuerda que tal vez no sean los valores más
"lúdicos", "juveniles" y "progresistas"
los más valiosos. Hay sabiduría en las viejas mentes,
en los mundos tristemente llamados a periclitar, y la hay tal vez en dosis
mucho mayores de lo que creíamos.
Pasma
pensar que en el mismo año que Solas, un homenaje a su madre
del director y guionista Benito Zambrano, recibía escasos y secundarios
galardones, la almodovariana Todo sobre mi madre prácticamente
arrasaba en el certamen de los Goya. Una prueba más de cuánto
queda aún por hacer en este país para superar una pose,
la progre, hoy ya cadavérica pero aún hedionda.
No
importa: nos queda Solas, la madre lacónica y amante, la
hija cuyo carácter se dulcifica por contagio, y sobre todo el Dios
que infundió tan excepcional amor a esas criaturas.
© Juan Fernando Sánchez
Peñas [juanfernandosanchez@laexcepcion.com]
(septiembre de 2001)
© LaExcepción.com
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