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Podemos (III): ¿El rey va desnudo?
© Cordura
www.laexcepcion.com (1 de julio de 2016). Publicado originalmente en En
Pocas Palabras
Modesta aportación, analítica pero cordial, al
presente debate en Podemos sobre las causas del batacazo del 26J, en el marco
de nuestra serie sobre la naturaleza de esta formación política. Además, sin
ánimo acusador pero sin tabúes, se sugiere un revulsivo.
«La confluencia
se ha revelado como el camino correcto»
(Pablo Iglesias, secretario
general de Podemos).
«Ciertamente, el
acuerdo [con Izquierda Unida] no parece haber funcionado»
(Íñigo
Errejón, secretario político de Podemos).
Aquí no se
trata de avivar la “guerra” –mediática– entre pablistas y errejonistas.
Se parte de reconocer la inmensa valía de los dos compañeros así aludidos
y la necesidad de que sigan juntos, aportando su sapiencia al proyecto. Como se
verá, la tesis aquí sostenida da la razón a la anterior cita de Pablo frente a
la de Íñigo, lo que no implica ningún sí incondicional al primero.
¿Fracaso la coalición?
A efectos didácticos, a continuación ofrecemos
esquemáticamente nuestra tesis1 y reservamos el primer
comentario del hilo para ampliarla mediante notas a pie:
La coalición con Izquierda Unida (IU) funcionó en grado relevante: gracias
al número de escaños (69 + 2 = 71), Podemos camufló su bajada e IU
los aumentó de 5 a 8.
Téngase en cuenta, además, que la base principal de la comparación para medir la bondad o no de la coalición Unid@s Podemos (UP) no puede ser el
20D sino las expectativas
electorales de las semanas previas a la constitución de
aquella (cuyo preacuerdo llegó el 9 de mayo).
En esas semanas, ateniéndonos a las encuestas, Podemos podía
perder incluso más de 20 de los 69 diputados del 20D.2 Quizá,
partiendo de esa base, 2
más 2 sí fueron 4.
Podemos había nacido como un partido transversal, lo que le
llevó a rechazar
tajantemente coaligarse con IU en aquellas elecciones.3 La
confluencia general de cara al 26J se explica necesariamente, desde el lado de
Podemos, por las pobres perspectivas que le auguraban los sondeos.
El millón largo de votos perdidos, que sin duda ha supuesto
un fracaso para UP, habrá que explicarlo no tanto por la confluencia en sí como
por los antecedentes de la misma y factores similares.4
¿Qué es lo que falló?
Por supuesto, lo anterior no niega que, en comparación
con los resultados del 20D, Podemos
ha fracasado el 26J. Sin embargo, nos ayuda a
comprender por qué no sobrevino un escenario cercano a la debacle, aunque sí un
alarmante desplome (en votos). Como ya hemos apuntado, para averiguar los
principales motivos del mismo hay que remontarse a los meses previos al
surgimiento de UP, y especialmente a la minilegislatura fruto del 20D.
Veámoslo:
- El concepto clave es desgaste.
Pero, como vamos a ir viendo, resulta demasiado amplio. Para empezar, hay que
relacionarlo con la imagen de Podemos y con quien más la ha nutrido:
su secretario general.
- Pablo Iglesias tiene rasgos de líder nato. Es activo, rompedor, con
gancho y singular capacidad de arrastre; también es, y sobre todo resulta, demasiado polémico, lo que en parte
se debe a las características del proyecto Podemos, enfrentado al establishment,
pero también a su propia personalidad.
- El colmo ha sido la manida pero incuestionable
sobreexposición mediática de Pablo (de la que se lleva hablando más de año y
medio –ejemplo–,
sin que nunca se corrigiera).
- Por genial que sea el personaje, nadie es
perfecto, y tanta presencia en los medios provoca saturación en la audiencia y
propicia la multiplicación de errores y defectos5 en la transmisión
del mensaje. El resultado es hartazgo y
pérdida de credibilidad. El protagonista se acaba quemando y, lo que es peor,
tiende a quemar también el proyecto.6
- Volviendo a la breve legislatura pasada, parece
indudable que, aun cuando Podemos fue más
honesto y coherente al buscar pactos que sus rivales directos
(PSOE y Ciudadanos), en ella prevaleció el relato de estos últimos (pero no sin
graves errores de imagen de Pablo Iglesias y los suyos, pese a conocer la importancia de la
percepción pública de sus actos).
- Para comprender aún mejor el batacazo, es
necesario remontarse todavía más atrás: a la precampaña del 20D, hace ya un
año, cuando Pablo Iglesias empleaba palabras gruesas refiriéndose
a IU.7 Alguien previsor y que conoce la importancia de las
emociones nunca debería haber caído en ese error.
El revulsivo
Ahora nos toca ser niños,
como en el cuento,
y señalar la desnudez del rey (por más que, a diferencia de las típicas
aplicaciones del cuento, sea un “rey” realmente querido por la gran mayoría de
sus “súbditos”).
Aunque Podemos no es un partido tan personalista como por
ejemplo Ciudadanos, la genial desmesura de Pablo Iglesias
–que la tiene para bien y para mal– ha agostado la frescura de esta fuerza política para
un creciente sector de electores. Dado el magnetismo del personaje (tan
repulsivo como atractivo), eso genera un techo de facto que bloquea las
posibilidades de crecimiento y ahuyenta más que atrae a sectores que de otro
modo podrían votar a Podemos.
En razón de ello, desde la gratitud por lo que ha dado (el propio hecho de haberse
quemado involucra mucha generosidad), parece llegado el momento de que, como
él mismo insinuara hace más de un año, pase a un segundo plano.8 Pablo es
joven, y si se lo toma, al modo de Moisés, como una temporada
en el desierto, le será a él mismo de provecho, ayudándole a madurar. Tal
decisión, en todo caso, puede ser beneficiosa para Unid@s Podemos (que tiene
“banquillo” de sobra para reemplazarle: Alberto, Ada, Íñigo, Mónica,
Echenique…) y para España, al desbloquear
el futuro de la única formación sólida realmente alternativa al pensamiento
único. Y sin perjuicio de que, ya completada su maduración,
Pablo pudiera regresar al primer plano.
Notas
- No entramos aquí en la
campaña del miedo contra Podemos (Brexit incluido), habitual desde el éxito en
las europeas de 2014. Razón influyente, pero no suficiente para explicar el
novedoso fracaso, aunque hoy mismo se haya centrado en ella Pablo Iglesias (nótese
también su guiño a la hipótesis del fraude). Otros factores relevantes son la
relativa vacuidad de la campaña de la sonrisa, la paradójica
desmovilización callejera de Podemos y, especialmente entre los típicos
seguidores de IU, detalles como la falta de generosidad hacia Alberto Garzón al confeccionar
las listas del 26J.
- Desplome
de Podemos según las encuestas previas al nacimiento de UP: 20
de marzo, 3
de abril, 11
de abril, 25 de abril.
- Como
se lee en el enlace, Pablo veía «agotado» el proyecto de IU. La realidad es que
el 20D dicha formación rozaría el millón de votos, seguramente en parte
reanimada por los propios errores de Podemos, y en particular de su secretario
general.
- Entendiendo
por “factores similares” otros también relacionados con el desgaste de Podemos,
y principalmente de la figura de Pablo Iglesias, algunos de ellos manifestados
durante la (pre)campaña electoral (ejemplo).
- Por
concretar, digamos que se ha caído en lo repetitivo, en lo frívolo (demasiadas
concesiones al show); en resultar
incoherente, pese a presumir
de coherencia, con giros mareantes sobre la OTAN (1 vs. 2),
contradicciones, reales o aparentes, sobre los colegios concertados (3 vs. 4) o sobre la laicidad,
que dice defender a la vez que asiste a funerales
de estado organizados por la Iglesia Católica Romana y que coquetea
con el papa (sin saber dónde se
mete); en la obsesión electorera por la corrección
política, llegando a dar el líder máximo una imagen vergonzante,
acomplejada, de sí mismo, y a la vez hipercalculadora, pero con mentirijillas demasiado obvias, y con ese empeño repetidamente frustrado de colocar
a un militar en el Congreso, todo ello para desconcierto de buena parte de
su electorado potencial (no es raro que muchos izquierdistas tradicionales le
nieguen el voto). Pablo parece una desconcertante mezcla de idealismo y
tacticismo. Muy diferente de líderes de su entorno, mucho más claros y
sencillos, más puros, como Julio Anguita y Alberto Garzón. Con él, Podemos se
manifiesta básicamente coherente en asuntos socioeconómicos, pero no en
cuestiones de importancia comparable (como la separación iglesia-estado, o una
orientación genuinamente antiimperialista).
- Alguna
encuesta, llamativamente, sostiene que Pablo Iglesias es incluso, entre los
cuatro principales líderes políticos, el menos valorado por sus
propios correligionarios. Algo que refutaría la extendida imagen de un
partido que sigue borreguilmente a su “mesías”. (A finales de 2014 aparecía
como el líder
más valorado por los españoles, dato que ilustra a las claras su enorme
desgaste).
- Ver también. No parece
descabellado pensar, precisamente, que el momento idóneo para constituir la
coalición con IU hubiera sido en las elecciones del 20D.
- No
afirmamos que Pablo Iglesias esté moralmente obligado a dimitir tras el
descalabro del 26J, sino que es conveniente que lo haga.
cordura2007@yahoo.es / @FriedenFurAlle
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